Menuda sorpresa cuando escuché por vez primera los primeros compases del concierto en sol mayor de Telemann, reconstruido a principios de este siglo por Arn Aske y Ulrike Feld a partir de un manuscrito al parecer muy deteriorado, aunque apenas en su primer movimiento. El primero que lo grabó, enorme, fue Pahud con su flauta moderna. Y fijaos qué sorpresa: En efecto, lo habréis reconocido ya: ahí está bastante explícita la melodía, en parte al menos, del hipercelebérrimo adagio del concierto para clave en fa mayor. Y puestos a pecar con instrumentos modernos, pequemos del todo con el piano del hortera pero consumado Frey: Pero volvamos a Telemann, que en realidad lo compuso en primera instancia para oboe (que, incomprensiblemente, aún es menos frecuentado discográficamente que con la flauta). Lo de los relojes del vídeo es un detallazo, pues el ritmo del acompañamiento tiene cierto aire a cierta cantata relojera de sobra conocida para los más telemannianos. En fin, volvamos ahor de nuevo a Bach, quien antes de incluir el tema en su concierto para clave escribió un concierto para oboe completo, hoy desaparecido pero también reconstruido: Reconstrucciones así se suelen llevar a cabo, como sabemos, a partir de movimientos de sus cantatas, aunque en este caso habría valido partir desde el concierto para clave. Sin embargo, el concierto oboístico estaba a buen recaudo en la sinfonía inicial, arioso, de la cantata BWV 152, aún más famosa que el concierto para clave, Stokovsky mediante, de seguro: Las melodías finales de cada cual se despliegan siempre sobre maravillosos desarrollos independientes: Bach redunda en la melancolía, Telemann en la dulzura. Y lo de Bach no es un plagio en el mal sentido, ni siquiera un préstamo puntual: se trata de lo que los musicólogos llaman "imitación transformativa" (véase Bach, Telemann, and the Process of Transformative Imitation in BWV 1056/2 (156/1), de Steven Zohn y Ian Payne en "The Journal of Musicology"). Lo de Bach es, digamos, una glosa sobre Telemann, de quien se conservan testimonios positivos sobre lo que hacía sin parar el señor Handel con él. No sabemos qué le parecería lo de Bach en este caso, pero sabemos que eran buenos amigos y de seguro que se lo tomaría como un gesto de una admiración que era mutua. El propio Telemann jugó con la imitación transformativa de su propia obra en una pieza para flauta de sus Essercizi Musici. Y con tamaña y hermosa sencillez acabaremos esta entrada sobre la tan gozosa curiosidad melante bachiana de tan inspiradora melodía. Pues con ella acabamos este ramillete, espero que haya sido de vuestro agrado. ¡Hasta la próxima! Giuseppe o Joseph Dall´Abaco es de esos autores a los que podríamos etiquetar como orgullosos "posbarrocos", como parte de esa generación de discípulos de ilustres de mediados del XVIII, a veces también hijos de sus mismos maestros ilustres (Wilhelm Friedemann Bach, sin ir más lejos, respecto al propio Bach, que no tanto sus hermanos; o Kirnberger, o Krebs...) que continuaron componiendo a la barroca sin pudor; y no mediante una mera imitación, sino siguiendo un desarrollo propio, independiente de la nueva corriente clásica, que quedó oculto tras el mainstream de entonces y de ahora, pero que bien que sembró de lo suyo en el Romanticismo posterior. Dall´Abaco fue hijo y discípulo de otro grande, grandísimo compositor barroco: el bien conocido Evaristo Felice Dall´Abaco, también chelista. Por avatares cortesanos, su hijo nació en una Bruselas aún gobernada desde España, en 1710. Y este vivió nada menos que 95 años, viajando mucho, recalando en Alemania, en Austria, en Inglaterra, y acabando sus días en la Italia de sus ancestros gobernada aún desde Francia. Su única obra difundida de momento es la colección de 11 caprichos para violonchelo solo, fechados muy a ojo en torno a los años 50 o 60 del Settecento. Pero tiene al menos una treintena de obras más para su instrumento, o eso dice Wikipedia. Al parecer tuvo muchísimo éxito en Viena cuando estrenó una sugerente composición para cinco chelos de la que no tengo forma de saber nada más, ni siquiera si se conserva. Bien, pues ahí va una selección. En primer lugar, el primer capricho, que abre la colección, con cierto aire al primer preludio de las suites de Bach (el minuto 1.43 tiene un par de arpegios que parecen tomados literales), y que se yergue altanero sobre el tetracordio descendente que va desde la ninfa de Monteverdi hasta el Orobroy de Dorantes. Es sin duda el capricho más conocido e interpretado de la colección, y la de Bruno Cocset casi no tiene rival: Dall´Abaco hijo suena a Barroco tardío y temprano a un tiempo. Del temprano, por la introspección y la melancolía de un Marais, clarísimo en el cuarto capricho. Del tardío, por los arpegios constantes y las melodías quebradas tan características de El mismísimo. Que por cierto, no son pocos quienes dicen en los comentarios de YouTube que deberían estos caprichos ser tan conocidos como las suites de Bach. Y sí, a veces los comentarios de YouTube bien que pecan de entusiasmo, pero a veces demuestran que se puede decir en alto lo que nadie se atreve a decir en ambientes más estirados. El siguiente vídeo presenta de una tacada el 2 (cañero), el 4 (el mareisiano) y el 8 (quizás, el más clasicote), y lo hace de mano de Catherine Jones, excepcional y espectacular chelista. Y no me resisto a colgar también mi favorito, el número 11, inacabado, el que menos disimula su distancia con el pasado, el más espontáneo, cañero y original para mi gusto. Además lo cito en la versión de Kristine von der Goltz, la primera chelista que le dedicó una grabación monográfica a toda la colección (y que además lo hizo de una forma absolutamente impecable). Tras tan solo apenas diez años y un poco después de ese álbum pionero, y aunque aún no sean muy conocidos por el gran público, los caprichos de Dall´Abaco hijo se han asentado firmemente en el repertorio violonchelístico a solo del siglo XVIII, a la sombra de la sombra más alargada, sí, pero a ninguna sombra más. Imagen: Violonchelista, c.1788. Antoine Vestier (1740 -1824). Hasta donde sé, de Dall´Abaco no ha sobrevivido ningún retrato. Hoy propongo escuchar un concierto anónimo para viola de amor fechado en torno a 1750 y 1760, auténtica rareza proveniente de un convento de monjas polaco. El mérito de su recuperación es de la Warsaw Chamber Opera Orchestra, en un registro dirigido por Mieczysław Nowakowski y con Artur Paciorkiewicz a la viola de amor. Ante todo, debo decir que me pierde el hermoso pasaje que se inicia en el segundo 50. ¿Quién sería el autor o la autora? Los comentaristas de YouTube especulan ante todo con Vivaldi y con Mozart: la verdad es que pecan de cierto prejuicio a la hora de buscar candidatura entre dos autores canónicos a más no poder. En todo caso, un aire hay de ambos, sí, pero la obra no suena ni tan barroca, ni tan clásica.Otros citan con más cordura a la escuela de Mannheim en general y a Stamitz en particular. Me faltó encontrar la insinuación de que estuviéramos ante otro timo de Henri Casadesus, que precisamente los practicó con la viola de amor (pero, la verdad, el resultado no sería tan bueno). Y hubo quien dijo CPE Bach. Lo sigo sin ver nada claro, pero sí que podría haber sido alguien influido por su obra. Desde luego, el ritornello del primer movimiento es casi idéntico al de su concierto para violonchelo en la menor. Y a pesar de lo que puede dar a entender la elegante pero diluida interpretación —¡cómo echo de menos una buena orquesta barroca en condiciones, a ver si se anima alguna!—, se intuye en el concierto un cierto toque Sturm und Drang tal cual el de Bach; ante todo, por sus diseños rítmicos, anacrúsicos y asincopados. Nada de lo cual le quita un ápice de dulzura y de transparencia, por cierto, como tampoco pasa en CPE. No es por tanto descabellado que un usuario de Quora señalara a alguno de los Benda, que en todo caso compartiría rasgos con el Bach de Hamburgo. Pero, no sé, este tiene un toque personal, muy personal, que no termino de ver aquí, por más que el motivo idéntico pudo no ser una casualidad. Lo más probable es que fuese algún compositor poco o nada conocido del preclasicismo; es posible que polaco, pero desde luego, con formación italiana. También en YouTube leí a alguien fantasear con que acaso habláramos de un genio que murió de tuberculosis —concretaba— antes de alcanzar la fama, ahí es nada (fuera de mofas, nótese la fascinación que ejerce esta pieza). Imagen: Convento de San Miguel en Sandomierz, el lugar en donde se descubrió este concierto. Usuario Przykuta de Wikimedia. |
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