Amadeus es una formidable película de la que abusamos los y las profes de música a lo largo y ancho del mundo. Tiene sin duda un alto valor pedagógico, aunque solo fuere porque está sonando la música de Mozart todo el rato, muy bien seleccionada, y porque logra que los chicos y chicas simpaticen no ya con Wolfgang, sino con toda una época. Además es una gran película más allá de su contenido musical: la actuación de Fahrid Murray Abraham como Salieri es ya parte de la historia del cine con mayúsculas, y la ambientación de la Viena dieciochesca desde la -casi intacta al tiempo- Praga comunista vale su peso en oro, por no hablar del debate estético filosófico y hasta socioeconómico de fondo, al que seguro que dedico otra entrada más adelante. Es verdad que está el riesgo de que tomen su argumento como verdad, eso sí, a pesar de nuestra insistencia al comentarla con ellos y ellas, pero bueno, se hace lo que se puede al respecto… Yo creo que sigue valiendo más la pena que ponerles un documental sobre Mozart, aunque los hay y muy buenos. Pero Amadeus es mucho Amadeus.
Del filme hay mucha pero mucha tela que cortar, como de la obra teatral de Schaffer en la que se inspira, pero hoy quiero llamar la atención sobre cómo podemos y debemos aprovechar su visionado para sacarle provecho desde un punto de vista feminista: sobre todo a partir de una escena que no aparece en la versión de 1984, sino en la del postrer montaje de Milos Forman: el chantaje sexual de Salieri sobre Constanze, la esposa de Mozart. Salieri, celoso de Mozart y enfurecido con su dios, pretende vengarse a un tiempo de los dos: de Mozart, por motivos obvios; de dios, renunciando a la castidad que le había prometido. Al final se echa para atrás, le basta con saber que ella accedería y la abandona humillada, desnuda, y ni siquiera le garantiza el puesto para su marido por el que ella estaba vendiendo su cuerpo a sus espaldas. Para entonces ya se han escuchado murmullos en la clase. Ocurre siempre. Y esos murmullos —y no tan murmullos— van por donde van: a culpabilizar a la víctima, mujer. Una veinteañera Constanze está siendo objeto de un abuso sexual en toda regla, y todas las veces que he puesto esta película recibe en ese momento todo tipo de juicios morales, por no decir calificativos soeces de todos imaginables,sobre todo cuando luego recibe llorando a su marido con el adagio para Armónica de Cristal de fondo. Dejemos a un lado que lo hace porque Mozart es un desastre económicamente a quien “el dinero se le va entre los dedos”, y que no tiene ni va a tener cargo alguno con su actitud insumisa tan poco práctica en esos tiempos. Dejemos a un lado, solo por el momento, que el hecho de que ella sonría no la hace cómplice, que solo es el papel fingido de una mujer que está a punto de ser violada. La cuestión es que nadie dedica ningún “hay que ver” a Salieri, el agresor objetivo. Pero para más inri, nadie dice nada ni recuerda que “Wolfi” ya le había sido infiel antes con la cantante Cavalieri, amor platónico de Salieri... Si cuando eso se hizo evidente se escuchó algo —¡tan algunos minutos antes!—, no fueron precisamente improperios hacia Mozart, que quedó como mucho como un simple pillo mujeriego al que darle la típica palmadita patriarcal. Y hete aquí que microsociedad de la clase refleja a la perfección la sociedad misma cuando ante un mismo acto se juzga de diferente forma a hombres y mujeres. Que en realidad no es ni siquiera el mismo acto, pues en uno de ellos no medió coacción alguna. Pero la primera en ser condenada es Constanze. Vamos, lo que viene a ser la típica y machista culpabilización de la víctima, de manual. Bien, en ese punto le doy siempre al pause y comparto esta observación. Así de simple, como simple y fácil de entender es lo que ha ocurrido. Bien es verdad que siempre se genera un debate espontáneo entre quienes aún están con el “sí, pero…” y quienes ya lo han visto claro o ya lo tenían claro desde el principio (que suelen ser chicas, a propósito). Pero al final, las resistencias van cayendo por su propio peso, y punto para el feminismo, que como poco, todos y todas se quedan pensando. También es buen momento para reflexionar sobre los demás aspectos machistas de la película. Amadeus supera el test de Bechdel por una simple y breve conversación entre Constanze y la sirvienta espía preguntándole “quién la envía” y luego “cuándo puede empezar”; en el segundo caso, en plena afrenta por Mozart ante su padre (es decir, con un hombre de por medio al fin y al cabo). Es un buen momento para explicar en qué consiste el test, y, comoquiera que alguien dirá que las mujeres no formaban parte protagónica alguna en esa época, recordadles que ni eso es cierto ni por ello dejaban de hablar entre ellas. Se echa en falta, de manera clamorosa, que en las escenas del Mozart infantil apareciese la Mozart infantil, Nannerl, reconocida pianista que acompañaba a Wolfgang en los viajes de explotación circense organizados por Leopold. Y la escena de los perros, con la alumna de Mozart sufriendo de timidez, también da pie a recordar el papel que se le reservaba a las hijas de la alta sociedad, o de la burguesía, desde finales del XVIII y durante todo el siglo XIX: aprender a tocarlo, sí, pero solo como parte de una educación en donde debía prevalecer la discreción y la elegancia, no ninguna aspiración profesional seria. De hecho, fue crecer un poco, y a la propia Nannerl ya le tenían marido previsto para difuminarse en la historia, justo mientras su hermano se lanzaba de cabeza al mundo. Y aún se puede cortar más tela: los argumentos de las óperas, la ausencia de instrumentistas mujeres en la orquesta real, la suegra estereotípica... Observo que para los cursos más jóvenes tal vez sea mejor poner directamente la versión antigua, en donde la escena en cuestión desaparece a cambio de una simple negativa de Salieri a darle el puesto a Mozart; y ello, a pesar de haber sucumbido a la belleza de sus partituras con solo echarles un vistazo e imaginarlas absorto… En todo caso, debemos siempre advertir que la película contiene un pasaje que podría herir la sensibilidad de alguna alumna, y lo más correcto es indagar antes sobre si es apropiado o no ponerla y hacer revivir a nadie nada. Siendo sutiles, claro. Te invito a participar con algún comentario tras el siguiente hilo de Twitter.
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